Todos estos animalitos de compañía han sido rescatados de situaciones de emergencia, asistidos, albergados y recuperados
Se encuentran más que dispuestos a encontrar el amor de un hogar y formar parte de una familia que los ame y los cuide

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Textos


El Perro Fernando
El perro que venció al olvido

Esta historia comenzó al despuntar la década del 50, un día que el recuerdo no ha registrado. En Resistencia, capital de la provincia del Chaco, apareció un forastero con una guitarra al hombro, y un perrito blanco que no se despegaba de su lado. El hombre entró a una humilde pensión, y con voz serena preguntó si ahí se podían hospedar él y su perro. El dueño, tras mirarlo de reojo, le respondió:
-Si vos no cantás y el perro no ladra, pueden.
Jornadas después, el artista ambulante del cansancio pasó al descanso eterno. El propietario de la pensión se quedó frío con un cadáver aún caliente. La Municipalidad dio sepultura al cantor desconocido. En tanto, el dueño y algún vecino, compasión en ristre, resolvieron quedarse con el perro. Vano intento. El perrito no se sometía a nadie y al instante tomó la ciudad como su casa.
Poco a poco aquel valiente cuzquito de espíritu callejero, se fue adueñando del cariño de la gente. Sus andanzas y alegría calaron hondo, pues entregó su amistad a los niños y su compañía a los ancianos. Pero seguía siendo libre. De todos obtenía buen trato, y respeto por la libertad que demandaba.
Mas, un aciago día, al perrito blanco lo atropelló un automóvil, y lo dejó a orillas de la muerte. Los niños quedaron estupefactos y doloridos. Ellos sabían que el perro necesitaba un doctor, y sólo conocían a Pipo Reggiardo (un médico que en la Plaza Belgrano , a veces jugaba un ratito a la pelota con ellos). Se lo llevaron. El doctor Reggiardo lo auxilió con presteza, y, al tratarse de un animal sin dueño, lo "internó" en su consultorio adentro de una caja de cartón. La entrega del médico y el preciso tratamiento, en pocos semanas consiguieron la total recuperación.
El animalito volvió a la calle enarbolando su natural propensión a la amistad. Así , el simpático vagabundo, fue dejando tras de sí una estela de modestia, agradecimiento y saber estar.

Sin embargo, no es posible interpretar la historia de este perrito, sin conocer a su amigo del alma: el cantante Fernando Ortiz.
(Fragmentos de una larga entrevista concedida por el cantor unos años antes de su fallecimiento)

-Lo conocí en el 51 en el Bar Los Bancos, junto a la plaza. Era un perrito blanco, chiquito, y tenía más o menos un año. Cuando lo vi lo comparé con un capullo de algodón. No lo llamé, pero él vino directamente a echarse a mis pies. Los mozos me preguntaron si molestaba. Les respondí que no. Se quedó a mi lado, y cuando salí me siguió hasta el Hotel Colón, donde yo vivía. A la mañana siguiente lo encontré debajo de mi cama. Como hacía calor y no cerraba la puerta, seguramente entró mientras dormía. Entonces lo bañé, le di de comer, y comenzó la amistad.

-En el hotel, al principio, yo disimulaba su presencia. Hasta que Coco Lucas, el dueño, lo descubrió. Coco, conmovido por mi mirada y la mirada del perrito, en vez de echarlo le hizo colocar una cucha para que pudiera descansar.
-Yo actuaba en Los Bancos con una orquesta, y cuando actuábamos, el perro se iba a echar detrás del piano. No se separaba de mí. A la salida, siempre me ladraba de manera especial. Yo sabía que era su forma de invitarme a la Plaza San Martín , donde cumplía una especie de rito: perseguir a los gatos. No los agredía. Jugaba corriéndolos.
-En una oportunidad hubo una reunión de artistas. El perro se sentó junto a mí en la punta de la mesa. Los muchachos decidieron ponerle mi nombre. Él respondió bien al nombre de Fernando y jugó con todos ellos. En la amistad era como los humanos. A mí me parecía un ser humano vestido de perro.
-A Fernando le gustaban mucho los picantes y el azúcar, y eso no podía ser bueno para un perro. Como era blanco se ensuciaba mucho, y en cualquier casa lo bañaban. Hasta tres o cuatro veces por semana. Y eso tampoco podía ser bueno para un perro.
-Una noche que hacía mucho frío se me ocurrió darle grappa con azúcar. Al principio no le gustó, pero al rato, empezó a pedir más. Cuando nos fuimos, le costó bajar de la silla, y caminaba de costado, borracho.
-De vez en cuando visitábamos a un gran amigo; el pintor René Brusseau. Fernando se hizo muy amigo de René. Otro de sus amigos fue el escultor, Víctor Marchese. Con Juan de Dios Mena, iba al Fogón de los Arrieros. En el Fogón, lo aceptaron y lo hicieron socio de la institución. Allí destacó como crítico musical. Su mayor virtud era su oído. Como nadie captaba la belleza de los sonidos.
-Para él lo fundamental era la noche. Recorría el Bar Sorocabana, el Bar Los Bancos y el Club Social. Y si oía música se acercaba. La música le encantaba. Pero si no le gustaba algún artista se iba. Y la gente lo seguía.
-No se perdía ninguna fiesta. En los conciertos se colaba y se iba a echar cerca de la orquesta, o del solista. Cuando meneaba la cola aprobaba la actuación, pero ante las pifias gruñía, y a veces aullaba. Él nunca fallaba. Y los músicos admitían haber metido la pata en el punto indicado por el perro. Era un crítico riguroso. Y ninguno se atrevía a pedir que lo pusieran de patitas en la calle, porque la gente se fiaba de su oído.
-Recuerdo que el maestro, Hermes Peresini, eximio violinista, sabía ponerlo a prueba. Tocaba un fragmento de la Czardas, de Monti, y en algún momento colocaba mal alguna nota. Fernando respondía dando un salto y se ponía a gruñir, mientras el maestro se reía. El perro tenía un oído musical muy desarrollado. Quizás esa fue la herencia que le dejó el artista que lo trajo a Resistencia.


Como perro que era, Fernando se ceñía a su código de costumbres: pernoctaba en la recepción del Hotel Colón (en ocasiones en El Viejo Rincón), a primera hora de la mañana entraba con los empleados al Banco de la Nación, y se dirigía al despacho del gerente, donde éste le hacía servir el desayuno: café con leche y medialunas. Después iba a visitar la peluquería de al lado del Bar Japonés. A continuación, dormía un rato en el Sorocabana sin que nadie lo molestara. Almorzaba en El Madrileño (junto al Sorocabana). En casa del doctor Reggiardo hacía la siesta (un ladrido y un arañazo a la puerta era la contraseña para entrar). Y tras la siesta cruzaba a la Plaza 25 de Mayo, a divertirse hostigando a los gatos. Al atardecer corría al Bar La Estrella, a merendar lo que le daban los dueños y la clientela.
En La Estrella, le ocurrió un desagradable episodio cierta vez que un "chistoso", pasado de vinos, le pegó una patada. A su aullido de dolor replicó, Alberto Rulli (cantor y dibujante), increpando fieramente al agresor. Y atrás de Rulli, llegó Deolindo Bittel (el que fuera dos veces gobernador de la provincia), a quien hubo que frenar para que no la emprendiera a golpes. La trifulca se saldó con la expulsión del tipejo, y con Fernando comiendo maníes bajo una mesa.
No obstante, en el Bar Japonés vivió su más dura experiencia. Fernando habíase enamorado de una perrita del vecindario. Un día copularon quedándose abotonados en la puerta del bar. Los presentes los espantaban, y, al no conseguir que se desengancharan, alguien les arrojó agua hirviendo, que Fernando recibió de lleno en el lomo, en tanto otro le asestó una cuchillada en un costado.
Envuelto en sangre lo transportaron al Club Social, donde el doctor Reggiardo lo atendió de urgencia. Después, fue alojado en el Club Progreso. Lo cuidaron con dedicación y ternura. Cual respuesta a la cruel agresión, el amor de la gente hacia su perrito salió a la superficie: a toda hora niños y mayores se aproximaron al club, ansiosos de conocer la evolución curativa del animal. De este modo quedó bien claro, que tenía muchos amigos pero ningún dueño.

Fernando volvió a callejear por la ciudad. No hubo evento artístico o social que no contara con su asistencia. Todo le atraía: fiestas, tertulias, conciertos, espectáculos, bailes populares, y él, sirviéndose de su don para hacerse querer, recalaba en cualquier reunión.
Con su presencia alegró bodas y cumpleaños, y fue motivo de orgullo para aquellos que lo recibían en sus casas.
En los velorios pasaba otro tanto; si asistía era un honor, pero si no aparecía derivaba en desdoro para el fallecido y sus familiares.
En las exposiciones pictóricas, los organizadores temblaban al verlo entrar. Si Fernando recorría la sala y luego se echaba en un rincón, todos contentos. Mas, si se marchaba, el pintor ya podía descolgar sus cuadros.


ALGUNAS DE LAS ANÉCDOTAS QUE LO LLEVARON AL BRONCE

En 1954 (y en un momento de alarma social, pues habíanse producido muertes de niños por mordeduras de perros), la vacuna antirrábica llegó al Chaco. Se estableció la obligatoriedad de vacunar a todos los canes. En la Municipalidad se llevó a cabo el cometido, y a la Municipalidad acudió Fernando sin que nadie lo llevara. Por propia voluntad dejó que el doctor Andreu lo inmunizara. Tal actitud, impropia en un animal, obtuvo su justo premio: le concedieron la patente número uno, y lo nombraron "Primer perro civilizado de Resistencia".
Sin embargo, la patente número uno ni el título de "Perro civilizado", lo libraron de un aciago incidente. Una mañana, los hombres de la perrera lo cazaron, y medio dormido lo introdujeron en la jaula del camión. Mas, la providencial intervención de Tatalo Dominguez (campeón chaqueño y argentino de boxeo) y de Moisés Zaín (promotor de espectáculos artísticos y deportivos) trastocó las cosas, porque además de reprender a los perreros, instaron a otras personas a unirse a la protesta. Se armó un alboroto. Hasta que una mano anónima abrió la puerta de la jaula. Entre los aplausos y las risas de la gente, Fernando, como un balazo se metió en el Sorocabana seguido por el resto de perros capturados.
Cuenta el periodista y escritor chaqueño, Mempo Giardinelli: .
-El 57 o el 58, visitó Resistencia un famosísimo pianista polaco apellidado, Pederewsky, y ofreció un único concierto en el Teatro Sep, y por supuesto mis padres me llevaron. La sala estaba repleta, y Fernando se acomodó bajo el piano de cola (los organizadores siempre explicaban a los músicos visitantes de la ineludible presencia del cuzquito). Y a la vista de cientos de personas, se diría que Pederewsky y Fernando comenzaron el concierto. Nunca alvidaré la impresión de aquel público, cuando en medio de una sonata de Beethoven, Fernando se puso de pie alzando las orejas y soltó un gruñido. Pareció que el mundo se detenía, pero Pederewsku, todo un profesional, siguió como si nada. Hacia el final nuevamente el perrito sacudió las orejas y miró fijo al pianista, como diciéndole:
-Oiga, la está pifiando.
Entonces, Pederewsky, con europea elegancia, detuvo las manos, miró al perrito y le dijo en duro castellano:
-Tiene razón, equivoqué dos veces.
Hizo un
da capo y repitió la sonata, que le salió perfecta. El concierto acabó con una ovación, un par de bis, y el discreto mutis de Fernando.
.
(A la siguiente anécdota, mucho tiempo se la consideró otra versión de la anterior. Hasta que, Miguel Devoto -un marxista que en aquellos años se atrevía a decirlo-, lo aclaró pues él fue testigo presencial)
.
-Un afamado violinista europeo, en tournée por el noreste del país, se presentó en el Teatro Sep. Fernando asentó su alba figura entre la primera fila y el escenario. El concertista tocaba con dulzura, y el perro, como buen melómano, disfrutaba con la música. De pronto abrió los ojos, levantó las orejas y lanzó un aullido. El músico había errado unas notas y el animal lo percibió. El hombre, contrariado, interrumpió la actuación, abandonó el escenario, y entre bambalinas exigió la inmediata evacuación del perro. La respuesta, muy a la chaqueña, fue tajante:
-Fernando sabe lo que hace -le dijo uno de los responsables.
-Así que, tocás bien o el que se va sos vos -agregó otro.
.
Agonizaba la década del 50, y a fin de inaugurar unas obras visitó Resistencia el presidente del país, general Aramburu (militar golpista). En el Club Social se organizó un acto. Comparecieron el presidente y las autoridades provinciales. Aramburu ocupó la cabecera de la mesa, y a su derecha se sentó el gobernador. De repente, sobre el alfombrado apareció Fernando. Su irrupción provocó estupor, murmullos y risas. Entonces, ante la confusa mirada de Aramburu y su séquito, el gobernador se puso de pie, y tal si presentara un embajador en el Vaticano, dijo en voz alta:
-Señor presidente, el perro Fernando.
Fernando miró a todos y se retiró. Él no comulgaba con el poder.
.René Brusseau (prestigioso artista plástico) y Fernando, establecieron una agradable relación de amistad. Muchas veces el perro le hacía compañía en su estudio mientras él pintaba. Mas, una tarde del año 1956, Fernando salió a la calle poseído de una repentina urgencia. Sus ladridos y movimientos extrañaron a la gente. Comprendiendo que algo pasaba, varias personas entraron al estudio, y encontraron tirado en el suelo el cuerpo sin vida del pintor. Su mano izquierda aún sujetaba la paleta.
Se ignora cómo, pero Fernando supo que René iba a ser velado en el Fogón de los Arrieros. Cuando el vehículo fúnebre llegó con el cuerpo, el perro estaba esperando.
Pasó la noche junto al ataúd del amigo. Al otro día acompañó el cortejo. Tras el entierro, todos abandonaron el cementerio. Pero, Fernando no; él se quedó unas horas más.

En el Bar La Estrella, una noche de invierno oíase una audición de tangos, que el bullicio y la humareda no invitaban a escuchar. O al menos eso pensó uno de los dueños del bar, ya que apagó la radio. Al instante retumbaron los ladridos de Fernando. Se hizo un breve silencio. Conectaron nuevamente el receptor. El perro se calló y se tumbó junto al mostrador a deleitarse con la música.

Una mañana muy temprano, la Plaza 25 de Mayo tembló con los ladridos de Fernando. Los taxistas que estaban en la parada acudieron a ver qué ocurría, y encontraron un señor mayor tirado en el suelo. Uno de los taxistas, hábil en primeros auxilios, le practicó ejercicios de reanimación. Luego, en uno de los taxis llevaron al anciano al Hospital Perrando. A Fernando le impidieron el paso, mas él quedó merodeando. Los taxistas regresaron contentos; el señor, que había sufrido un infarto, se salvó.

Aún se recuerda su "colaboración" con el Coro Polifónico de Resistencia (galardonado dos veces en certámenes internacionales en Italia: Arezzo-1968, y Pescara-1974). Ocurrió en el Teatro Sep. Iba a dar comienzo la función y Fernando subió al escenario. Miró uno a uno a los cantantes, y luego de agitar la cola ante la mítica directora, Yolanda de Elizondo, fue a tenderse al lado de la candileja. La señora de Elizondo captó el mensaje de anuencia e inició la actuación.

Durante una representación teatral, y en el momento que la protagonista era acosada por un hombre-lobo, Fernando entró en escena y lamió la cara de la actriz, Delma Ricci, tal si le dijera:
-No tengas miedo, aquí estoy.
En ese punto concluyó la obra. El perrito conoció el aplauso.








UN PERRO PARA JESUS

Yo quisiera que alguien le hubiera dado a Jesús
un perro tan fiel y cariñoso como el mío,
que hubiera dormido junto a Él en el pesebre,
que lo hubiera mirado con amor,
y lo hubiera adorado por ser Divino.
Al crecer Nuestro Señor, lo hubiera seguido
a través de los días y los años,
mientras predicaba a las muchedumbres,
resucitaba a los muertos,
o se arrodillaba en el Huerto de los Olivos para rezar.
Es muy triste saber que Jesús se enfrentó solo a la muerte
sin el amor de un perro que le acompañara
para confortar su corazón.
Y cuando Jesús resucitó la mañana de Pascua
¡que feliz habría sido al ver a su perro
y como éste lamería Sus manos
lleno de alegría por volver a verle!.
Pero, ahora Jesús, ya tiene un perro.
Hace poco que le he enviado al mío
mi viejo compañero, tan querido por mí.
Día tras día, durante mucho tiempo
adonde quiera que fui, cuatro patas decían:
¡Espérame, que voy contigo...!
Y era feliz, corriendo tras mis pasos.
Ahora sonrío a través de mis lagrimas,
en este primer día en que me falta su compañía sabiendo que acompaña a
Jesús en la Eternidad.

Rudyard Kipling



 POR QUÉ AMAR A LOS ANIMALES


Porque lo dan todo, sin pedir nada.
Porque ante el poder del hombre que cuenta con armas...son indefensos.
Porque son eternos niños, porque no saben de odios...ni guerras.
Porque no conocen el dinero y se conforman sólo con un techo donde guarecerse del frío.
Porque se dan a entender sin palabras, porque su mirada es pura como su alma.
Porque no saben de envidia ni rencores, porque el perdón es algo natural en ellos.
Porque saben amar con lealtad y fidelidad. Porque dan vida sin tener que ir a una lujosa clínica.
Porque no compran amor, simplemente lo esperan y porque son nuestros compañeros, eternos amigos que nunca traicionan.
Y porque están vivos.
Por esto y mil cosas más...merecen nuestro amor...!
Si aprendemos a amarlos como lo merecen...
estaremos más cerca de Dios.

Madre Teresa de Calcuta


ANGELES PERROS


Existen personas a las que no les gustan los perros.
Éstas, con seguridad, nunca tuvieron un amigo de cuatro patas.
O, si tuvieron, nunca miraron dentro de aquellos ojos para percibir quién estaba allí.
Un perro es un ángel que viene al mundo a enseñar amor.
¿Quién mas puede dar amor incondicional?
Amistad sin pedir nada a cambio,
Cariño sin esperar vuelta,
Protección sin ganar nada,
Fidelidad 24 h al día,
Ah, no me vengan con esa de que los padres hacen eso...
Porque los padres son humanos, se enojan, se alejan...
Un perro no se aleja aunque lo agredas,
Él vuelve cabisbajo, pidiendo disculpas
por algo que tal vez no haya hecho,
Lamiendo tus manos suplicando perdón.
Algunos ángeles no poseen alas,
poseen cuatro patas, un cuerpo peludo,
nariz de bolita, orejas de atención,
mirada de preocupación y carencia.
A pesar de esa apariencia
son tan ángeles como los otros (aquéllos con alas)
y se dedican a los humanos
tanto como cualquier ángel acostumbra a dedicarse.
!Qué bueno sería si todos los humanos pudieran ver
la humanidad perfecta de un perro!